martes, febrero 11, 2014

Carta abierta para los artistas mexicanos privilegiados

A quien corresponda:

En este país tercermundista, debido a la falta de profesionalismo y dinero, hay muy pocas maneras de poder vivir del arte y/o realizar obra de calidad. Una de esas maneras es pedir una beca al gobierno, bajo su convocatoria. No voy a poner en tela de juicio si los que la obtienen se convierten en oficialistas o no, ya que esa discusión me parece francamente infantil e infructuosa. Tampoco voy a hacer conjeturas y atribuciones sobre la corrupción y el nepotismo con el que puede llegar a manejarse, o no, la selección de los proyectos, ya que eso puede cambiar según el caso y es una sana costumbre no asegurar algo que no puede comprobarse.
En esta carta abierta, que a algunos les podría molestar leer por su contenido, voy a hablar acerca de los aspectos que considero negativos sobre el sistema de incentivos en el que los artistas estamos obligados a funcionar:

Como en todo país, en México hay métodos para "pasarse de listo", en cualquier rama social. Hay quienes se pasan de listos cobrando mordida y derecho de piso. Hay quienes se pasan de listos con las licitaciones. Hay quienes se pasan de listos cobrando por aprobar una reforma.
En México, la manera de hacer esto es mediante el marco de lo burocrático y lo institucional, las bases sobre las que nuestra sociedad fue construida; para poder pasarse de listo, hay que conocer muy bien esta realidad y utilizarla al favor de uno.
En arte, esto se traduce a conocer las reglas para entregar una "buena carpeta", que son mas ó menos las siguientes:

1. Tener un buen contenido; en el caso de la literatura, cine y teatro, esto significa un buen texto, en el arte plástico, buenas referencias y concepto.

2. Tener bien armadas y explicadas en el papel la metodología y cronogramas de trabajo. Requisito indispensable para que los comités de selección tengan la confianza de entregar los recursos, por la apariencia del profesionalismo. Creo que no es errado pensar que si una persona puede explicar bien su cronograma de trabajo, significa que sabe cómo llevarlo a cabo.

3. Cumplir los requisitos burocráticos, entregar todos los papeles solicitados para pasar el primer filtro.

4. Tener una explicación muy bien redactada de por qué se quiere realizar la obra. Generalmente se tiene que hablar sobre el bienestar social y un cambio profundo en las consciencias de los espectadores, escribir lo que las instituciones que darán el recurso quieren oír, o las idealizaciones de los artistas acerca del trabajo que realizarán. Y si ambas cosas convergen en una sola, mejor.

5. Un bonito diseño gráfico, porque el cerebro humano relaciona la imagen con la confianza y el profesionalismo. Una buena imagen da la apariencia de ser serio.

6. En muchos casos, contar con trabajo previo realizado: prestigio.

Todos estos requerimientos son calificados de la manera mas imparcial posible, dentro de los límites humanos personales, por comités de selección, seres humanos pensantes escogidos por la persona o personas que presiden la institución. Los problemas vienen cuando sucede lo siguiente:

1. Un buen contenido escrito no es lo mismo que un buen contenido realizado. En el caso del cine y el teatro incluso se puede caer en una práctica repugnante y convenenciera: recurrir a la amistad de un guionista o dramaturgo prestigiado para obtener un texto blindado contra el rechazo. Ya sea porque el texto es verdaderamente bueno o por el mero prestigio del autor.

2. Una metodología y cronograma escrito y bien explicado no es garante de que lo escrito se va a llevar a cabo. Una persona hábil para hacer carpetas podría mentir y las instituciones que la incentivan no tienen manera de darse cuenta. En algunos casos, hay gente o grupos artísticos que utilizan el incentivo para darse una vida cómoda y dejan el trabajo para el final, para el tiempo de la entrega, resultando lógicamente en un mal trabajo. Contrario a todo el profesionalismo que aparentaron en la carpeta para obtener el dinero, ser embustero.

3. Los papeles son algo que no le preocupa al habilidoso para entregar carpetas, es algo muy sencillo de cumplir.

4. La explicación social de la obra claramente puede ser una mentira para satisfacer a la institución que los incentivará, resultando en una cosa muy distinta a la hora de presentar el resultado. Esto no está del todo mal, ya que el fin justifica los medios, y si es un fin bueno, pero que contradiga los objetivos de la agenda gubernamental, no tiene nada de malo un poco de engaño.
Lo malo es cuando se es víctima del autoengaño, cuando se creen todas las patrañas que se están escribiendo ahí. Pérdida de piso, chaqueta mental que le llaman, y la pérdida de perspectiva es uno de los mas grandes vicios que aquejan a los artistas. Sobre todo cuando se piensa y se cree que están haciendo mas de lo que realmente hacen, cuando se sienten salvadores de la sociedad y no hay ningún sustento real para afirmar eso. Es peor aún cuando buscan un problema social o grupo vulnerable para asegurarse el dinero, para después hacer un mal producto. Cosa muy distinta a las aspiraciones bondadosas que el artista tiene y debe tener.

5. El bonito diseño gráfico, que distrae del contenido. Lamentable condición cerebral humana que hasta los mas grandes eruditos tienen.

No hay nada malo en hacer una bonita presentación, lo malo es cuando se esfuerzan más en ella que en lo que va a hacer el resultado de la obra.

6. El tan controversial prestigio.

Muchos podrán decir que el hecho de que una persona o grupo con experiencia y reconocimiento obtengan dinero para hacer una obra artística es garantía de que la obra saldrá bien. Eso es una afirmación totalmente falaz, lo sabemos gracias a los grandes filósofos griegos, y no entiendo cómo después de tantos años de sus existencias no hemos sido capaces de entenderlo. El status debería incluirse en los parámetros de calificación, porque es una manera de asegurar el éxito, pero no debería sobrepasar la propuesta.

Hay incluso convocatorias que piden un número de años previos de trabajo en la disciplina en los grupos o artistas, lo cual está justificado para asegurarse de la calidad, pero no es necesariamente una garantía, debido a que habrá muchos que ya entraron a una zona de comfort y estado de conveniencia. Estos artistas parecerían no considerar ni agradecer que las convocatorias han sido escritas prácticamente para que las ganen ellos.

Puede ser incluso peligroso que se le den los incentivos a personas con prestigio, ya que se elevan las probabilidades de que se materialice el riesgo de que los artistas caigan en la zona de comfort, en la fórmula. Hacer carpetas es una fórmula, hacer arte no, pero con este sistema, hay una delgada línea que siempre tiene que observarse, sobrepasando la necesidad de comer y pagar la renta, o peor aún, de conservar el status intelectual o de superioridad sobre el resto de los artistas o grupos.
No todos son capaces de observar esa línea y traspolan la fórmula para ganar incentivos a sus maneras de realizar la obra, resultando así en productos pobres, formuláicos y lejanos a la audiencia que paradójicamente, en el caso de los incentivos gubernamentales, tiene que pagar por ver algo que se hizo, al aventón y con toda comodidad, con sus propios impuestos.

Se supone que el gobierno, además de apoyar a los proyectos para causar un bienestar social, también lo hace para elevar la calidad y los límites a los que puede llegar creativamente el artista: para elevar el capital artístico del país; y para esto se necesita que el artista explore y se supere, en vez de recurrir a una fórmula.

El problema no es entonces el gobierno, ni el sistema, ni los comités, puede decirse que en el mejor de los casos, ellos cumplen lo mejor posible con su trabajo y hasta con buenas intenciones. (En el mejor de los casos, remarco)
El problema es la gente descarada e irresponsable que con alevosía y/o autolavado de cerebro, se aprovecha del sistema en el que está y convierte al arte público en negocio, legitimado por un comité de selección, engañando a todos, menos al público final.
Artistoides mercenarios y aprovechados, gente que perdió el camino original, su impulso artístico genuino a cambio del comfort.

El problema con nuestro sistema es entonces, que no tenemos la educación ética y moral para hacerlo funcionar. No somos conscientes como artistas que nosotros también, y no solo el gobierno, somos los que lo mantenemos funcionando.

Si el artista es responsable de su propia obra, debería serlo aún mas si la está pagando y respaldando todo mundo.

Eso se llama responsabilidad y lamentablemente, hay quien, en ese aspecto, aún va a la deriva.

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