domingo, febrero 23, 2014

GLORIA y LOS INSÓLITOS PECES GATO (Críticas enviadas al concurso "Crítica la 55 Muestra Internacional")

GLORIA
El cine puede emocionarnos cuando se hace con honestidad, un concepto que no viene en ninguna guía para críticos o en ningún libro para realizadores. Un concepto intangible, simple, pero tan significativo como para intentar explicarlo justa y objetivamente sin crear polémica; que se nota cuando la película termina, cimbrando a la audiencia de la sala. Algo palpable mediante el sentido de empatía.
Honestidad que atrae a la prole que a los festivales le da por ignorar, tanto como al intelectualoide insoportable que asiste a todos. Cine auténtico, de creadores honestos.

El cine es truculento y existen películas que engañan a la prole. Cine que comete el enorme pecado artístico de ser redituable, donde abundan los robots gigantes, superhéroes y efectos especiales tanto como hoyos en la trama y modelitos bien fotografiados mas que actores. Cine de fórmula, de vendedores.

También hay cine laureadísimo en festivales, con prestigio internacional, notas en las mejores revistas especializadas. Cine del que todos los cinéfilos de elite hablan. Si no fuiste al festival, no puede verse mas que en alguna Muestra Internacional de Cine o alcanzando su única semana en la cartelera comercial. Cine como la premiada y muy bien criticada película chilena de Sebastián Lelio, Gloria, coescrita con su guionista de cabecera, Gonzalo Maza y producida por Pablo Larraín.

Comienza la película, en la pantalla aparece Gloria, mujer divorciada de 50 años, vive en Santiago y miramos su vida: Edificio de departamentos, vecino con crisis nerviosas, trabajo aburrido en una oficina, ya no es importante para sus hijos. La cámara es simplista, es un retrato de ella.
Me parece que ya la vi, pero estoy seguro que no.
Gloria va a un club de baile, como seguramente acostumbra, busca pareja, conoce a Rodolfo, comienzan una relación y empiezan a enamorarse.

Entiendo cosas, pero no las siento.
Entiendo que se están enamorando, que la relación se torna enferma, que ella no está bien con eso, que estoy viendo un conflicto amoroso, pero no es convencional, es un conflicto amoroso con la misma Gloria. Entiendo que esto es el principal atractivo de la película.

Hay grandes aciertos que logran acercarme a ella. Pequeñas, pero significativas imágenes de su vida retratadas con el maravilloso poder observador y magnificador de la cámara y el montaje.

Todos estos elementos de la escuela del cine latinoamericano tan gustado en Europa de diez años a la fecha, de Lucrecia Martell y Pablo Stoll, que si bien ya están vistos, cuando empleados justamente, ayudan a contar la historia y lo que quiere decirnos.

Entonces comienzan a excederse: se habla de la situación política y social en Chile, para recordarnos que estamos ahí y que tal vez los realizadores tienen cierta consciencia social.
Gloria camina por las calles con una protesta detrás de ella, sin relevancia para la trama, ni para su consecuente y contenido viaje interno.

Aparece la canción ochentera "Gloria" de Laura Branigan, donde la película explica por si misma por qué el personaje se llama así. Tardo unos segundos en pensar que se trata de un payback de guión, (la vimos solitaria, cantando ochenteras con mucha enjundia en escenas previas, para entender su jovialidad a pesar de su soledad). Esta escena pretende expresar el cambio importante en el personaje después de una serie de eventos, nos explican en vez de dejar que descubramos progresivamente mediante el drama. Un poco mas y tal vez hubieran puesto un letrero.

No se si la conexión es tan forzada que la quebranta o la hace contundente. Me incomoda tener que pensar en eso, puedo imaginar a los guionistas reescribiendo para tener esta escena con ese soundtrack, emocionados por estar cerca de películas como Tony Manero: éxito asegurado los festivales. ¿O tal vez la canción fue el detonante para escribirla y hubo que encontrar una historia con un personaje homónimo para incluirla?
Creo que no es sano para nadie que uno piense en los realizadores cuando ve una película.

Soy consciente de que acabo de ver el modelo latinoamericano, un cine que hizo ya excelentes películas, que pretendía acercarse a las personas y no a los superpersonajes, con puestas en cámara frugales, centrándose en personajes y situaciones, que ha dominado y triunfado en el circuito de festivales por los últimos 13 años.
No me gusta pensar en esto mas que en el contenido que acabo de ver.
No me gusta pensar si debo escribir una crítica favorable para aparentar cultura o escribir una crítica honesta para exponer que soy un auténtico prole. Concluyo que seré honesto por congruencia y no cometer el error que me parece que acabo de ver:

Gloria también es cine de fórmula, de vendedores. Este, para el público cautivo del círculo de intelectuales, los no-proles. La fórmula es tan evidente que se siente la deshonestidad; el público de mi sala no se cimbró.
Para los no-proles es importante valorar si este modelo sigue siendo vigente y cercano para el espectador. ¿Cómo analizar si una película es exitosa por ser lo que un círculo específico de una generación muy específica espera ver o si es por lo importante: su contenido?
Eso puede medirse recuperando la empatía y sentir si el público cimbra o no.
Subsecuentemente, sabremos por qué duran solo una semana en cartelera o por qué los cines no quieren proyectarlas, sin echar la culpa por entero a los dueños de las salas.
Sabremos si las películas son hechas o no para pertenecer y ser aplaudidos por un círculo. Sabremos si realmente llegan como deben a la audiencia o si son llanos monumentos a sus autores.


LOS INSÓLITOS PECES GATO


En las últimas décadas, los mexicanos hemos estado rodeados por el narcotráfico, la violencia, la corrupción, el mal gobierno, cineastas que hacen denuncia y/o cine de profunda contemplación.

Sabemos que es falaz e irresponsable afirmar lo que he leído a muchos críticos de cine y teatro con un aire de cómoda altanería detrás del teclado "sería mejor no hacer ese teatro, ese cine". Cualquier película tiene un valor que, sobre todo, en el contexto del México actual (¿o el México de siempre?) no puede denostarse, por la gran importancia de una obra auténtica que denuncie o interprete la realidad nacional, tales como Los Olvidados de Buñuel, Rojo Amanecer de Jorge Fons o Heli de Amat Escalante, ahora hito de la cinematografía nacional.


Sin embargo, cada día es mas evidente que el público mexicano no está yendo a las salas de cine a ver las cintas nacionales. La taquilla no es muy alta, en parte por la competencia desequilibrada contra la maquinaria comercial del cine gringo y por los contenidos.

Hace algunos años, hubo un debate en el congreso (así, sin mayúscula), en donde varios de los compañeros cineastas más importantes del país se enfrentaron a los siempre tercos y bien pagados diputados. No tardó en subirse a la tribuna un representante de las salas comerciales, para decir algo que incomodó, una afirmación dolorosa, como todas las verdades incómodas, algo así como: "¿Cómo quieren que yo pase sus películas mas de una semana, si sus películas no le interesan a nadie?"
Gancho al hígado, caída a la lona, patadas de ahogado y fin de la discusión.

Cuando estás discutiendo algo tan importante para ti, algo que te apasiona, amas, enorgullece y que incluso medio te da de comer, es complicado aceptar que lo que tu adversario dice es correcto. Sin embargo, yo estoy seguro que muy dentro del corazón de los cineastas que estaban ahí, se sabía que el hombre tenía razón. (Y si no, entonces tenemos un problema de autocrítica.)

Aunque no se haya medido, es lógico que el público está harto de la horrible realidad nacional que ve diario en las noticias, no porque sea un público inculto e irresponsable, sino porque no tiene otras opciones. El público está rodeado y si la válvula de escape es Iron Man 3, entonces es lógico que entre a verla.

El cine de denuncia y de autor, en un sistema sano de producción, debe parte de su éxito y posibilidad de realizarse al cine que mantiene andando a la maquinaria, el cine comercial, para el gran público.
Sin embargo, parece que en México, entre la gente que conforma el gremio cinematográfico, también es escandaloso decir "quiero hacer una película comercial, para todo público", porque inmediatamente, de manera consciente o inconsciente, muchos pensarán que será de baja calidad o de un vacío contenido. Esto es, en parte, a los únicos y verdaderos enemigos del cine y la cultura mexicana: la familia Azcárraga y Eugenio Derbez, por acostumbrar al público común, tanto como a los cineastas a que cine comercial en México es sinónimo de mal cine, para "jodidos" (parafraseando a Azcárraga Milmo).

Sin embargo, cuando parece que todo está perdido, surgen los héroes. Las personas que se atreven a hacer lo que nadie hace, quiere, o ha pensado en hacer. Aquí es donde entra Claudia Sainte-Luce, guionista y directora de Los Insólitos Peces Gato, sin mas pretensiones que hacer la película que ella quería hacer, de la manera como le pareció mejor hacerla:
Una película sencilla, pero no aburrida. Dramática, pero no triste. Divertida, pero no ridícula, que cuenta una historia sensible y bien realizada, con una propuesta creativa e interesante en cámara, en momentos admirable. Un elenco de actrices que hagan química y rico juego escénico, alguna actriz conocida entre ellas, sin que eso sacrifique la calidad histriónica y filmarla en una ciudad que no sea el D.F., sino Guadalajara, donde se formó, probablemente por un valor sentimental honesto, y que le brinda frescura a lo que vemos en pantalla.

Una película que nos cuenta la historia de Claudia (no es casualidad que se llame igual que la directora), una muchacha sola durante toda su vida, que de pronto encuentra a una familia de tres hijas y un hijo; una familia con un gran problema, la madre está enferma de VIH terminal. Claudia entrará en la vida de la familia profundamente y vivirá con ellos sus momentos mas importantes.
"Fue un encuentro de soledades y vacíos", dice la directora en una entrevista, periodística al hablar sobre los hechos reales que originaron la película, las soledades y vacíos hacen ósmosis a la ficción, pero narrados con madurez y después de una evidente posterior reflexión que permite tomar un posición de optimismo ante la adversidad de la vida. Una posición que muchas veces le hace falta al sombrío cine latinoamericano y que cambia la película para convertirla en una tragicomedia, en vez de en una, ya acostumbrada, dolorosísima tragedia.
Vemos el proceso de la realizadora en torno a esta postura, en vez de sólo su conclusión sobre ella, con cadencia y dejándonos llevar por la historia. Esto me parece su más grande logro y nos habla de una película sumamente honesta, que aunque ligera de ver, muy probablemente es dolorosa para su autora.

Si bien, Los Insólitos Peces Gato no es una gran maravilla del séptimo arte, por ciertas discordancias entre las actuaciones, algunas buenas, otras regulares, personajes y situaciones discordantes en tono, e incluso algunos elementos que parecen sobrar y pueden olvidarse por su poco desarrollo o importancia en la trama (muy probablemente por una incapacidad sentimental de la directora para combinar o cortar los hechos en que se basó), es una buena película, honesta, disfrutable que respeta y es para la gran audiencia, con calidad y que cuenta algo importante. La sala llena en la que la vi pareció disfrutarla ampliamente.

La película es buena y puede ser un éxito. La batalla por hacerla está ganada y con creces.
La siguiente batalla a librar es contra las fuerzas oscuras del adoctrinamiento televisivo y su publicidad intensa, pero engañosa, que vende exitosamente películas comerciales con pésima manufactura, molesta deshonestidad y la falaz noción de que es el cine comercial que México necesita porque la audiencia es libre de escoger qué entra a ver al cine. Películas como la de Eugenio Derbez, que utiliza la antigua y conquistadora técnica de publicitar un espejito como un diamante, o en este caso, como una joya.

Películas como la ópera prima de Saint-Luce, poco a poco, van logrando que el público deje de estar rodeado. Los héroes nos liberan.


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