domingo, febrero 15, 2015

De Qué Hablamos Cuando Hablamos de Birdman O (La Inesperada Reinvención de Un Cineasta)

El año pasado, un cineasta nacido en México -y fugado- obtuvo el máximo galardón que otorga el medio y la Academia del Cine de Estados Unidos, un bien merecido premio Óscar a Mejor Director por Gravity, que probablemente hubiera ganado como mejor película si sus logros técnicos y narrativos hubieran servido a un buen contenido de guión y discurso.

Considero que mas que un orgullo para México, debería ser una vergüenza que los mejores artistas cinematográficos del país deban irse al extranjero para desarrollarse y brindar al mundo sus valiosas creaciones, a diferencia de los enormes periplos que pasan los artistas cinematográficos que se quedan en México y con grandes esfuerzos logran sacar adelante producciones, algo que termina por causar cansancio y frustración en un país donde el cine es mayormente controlado y legitimado por una institución federal centralizada con juicios que nunca han servido para producir ni más, ni mejor, ni acercándose al público. Quién sabe cuántos Bertoluccis habrán mandado su carpeta de producción a IMCINE sin recibir ningún apoyo por no cumplir con alguno de los requisitos que merman la libertad creativa, por no ajustarse al discurso institucional, por enviar una propuesta demasiado arriesgada para ellos, por no bien-pertenecer a la comunidad cinematográfica capitalina y/o por no conocer o tener amistad con alguno de los directivos en turno como para que le ayude a uno a hacer una transa legal, pero a fin de cuentas, una transa.
Se sabe que el cine es una carrera de resistencia, pero en México hay que estar hecho de aleación de acero.

En la temporada de premiaciones estadunidenses de este 2015, de nuevo un director mexicano se está llevando todas las estatuillas, se trata de Alejandro González Iñárritu, nombre impronunciable para los norteamericanos, director de las internacionalmente exitosas Amores Perros, 21 Gramos, Babel y Biutiful, películas conocidas por su género melodramático al extremo con mucha pornomiseria -cosa que al público del primer mundo le encanta-, escritas las primeras tres por Guillermo Arriaga, el rockstar del guionismo nacional, aún con todas las fallas de verosimilitud para lograr el melodrama excesivo en las últimas dos películas escritas para Iñárritu, hasta el fin de su relación con él, tema bastante mórbido y sonado en su momento, se habló de un distanciamiento debido al ego de ambos, particularmente al del director; ya sea esto verdad, mentira o una leyenda, el asunto es un estigma que el ahora nominado al Óscar ha cargado en su persona (no en su obra) desde hace tiempo y que por la naturaleza de su más reciente trabajo, se renueva en la habladuría colectiva y varios artículos periodísticos y de pseudocrítica cinematográfica que me parecen mas tabloides de chismes de espectáculos que crítica seria, causando que la apreciación se sesgue hacia allá; y es que Birdman O (La Inesperada Virtud de la Ignorancia) se trata de una película que habla fundamentalmente del ego y la necesidad de reconocimiento, con todas las tangentes que tiene esto en la vida de alguien y en sus allegados.

Sin embargo, creo que el enfoque que la mayoría de los artículos que he leído sobre Birdman (para acortar) han sido incompletos, algunos hablan sobre la espectacular realización de la película en casi un solo plano-secuencia -algunos a favor, otros en contra- del regreso de Michael Keaton a la escena cinematográfica de primera clase -actor que fue Batman en las películas dirigidas por Tim Burton y que rechazara el papel por tercera vez cuando la franquicia le fuera entregada a Joel Schumacher-, de la egomanía -hasta con falaces señalamientos de hipocresía- de Iñárritu al tratar de imitar el estilo narrativo de su amigo Cuarón para ser reconocido, o la más ridícula de todas, si la película puede ser considerada mexicana o no; en suma, consideraciones ociosas y superficiales que pasan por alto la esencia de la película: es una adaptación -mas que solo literaria a cine- desde el alma de un relato de Raymond Carver que entiende, interpreta y se apropia de la fuerza del texto tanto como la del sentimiento del escritor. No es casual que se haya escogido ese texto de ese autor o que la película abra con el último poema escrito por él, Late Fragment:

And did you get what
you wanted from this life, even so?
I did.
And what did you want?
To call myself beloved, to feel myself
beloved on the Earth.
-
Y obtuviste lo que
deseaste de esta vida, a pesar de todo?
Lo hice.
Y qué deseabas?
Poder llamarme amado, sentirme
amado en la Tierra.

Poema que tiene una relación estrecha y totalmente unitaria a la película, le da contexto y la complementa, nos adelanta lo que quiere decirnos sin chantajes ni arruinar la progresión de la historia, a la vez que es una síntesis del pensamiento y emociones de Carver, un escritor alcohólico, sin éxito ni reconocimiento, con numerosas relaciones fallidas y ex esposas; es una síntesis de todas las inquietudes expresadas a lo largo de su obra y testimonio valiosísimo de su redención alcanzada justo antes de morir, cuando aprendió finalmente que la vida es menos ser reconocido, sino algo más profundo y que nos brinda tranquilidad y levedad. 

La película paralelamente cuenta la historia de Riggan Thomson (Keaton), un actor que en sus mejores días interpretara al superhéroe Birdman, y que quedara encasillado el resto de sus días como el personaje, aún cuando en 1993 renunciara a la franquicia, ocasionando con su ego y sed de reconocimiento que su carrera y vida familiar se desplomaran. Riggan está en plena producción de la puesta en escena de la obra ¿De Qué Hablamos Cuando Hablamos de Amor?, una adaptación al teatro del relato homónimo de Raymond Carver. En el elenco está su novia actual y el recién llegado Mike Shiner (Edward Norton) un actor sustituto para reemplazar, de último momento, a uno terrible y con quien librará una batalla por resaltar, producto de la inseguridad de ambos; asimismo la hija de Riggan, producto de su matrimonio fallido, quien estuvo en rehabilitación por drogas, Sam (Emma Stone) realiza tareas de producción en la obra. Cada uno de los personajes de la película tiene un demonio interno que no le permite vivir ni desarrollarse como artista, actor, hija, novia o padre; todos estos demonios tienen que ver con el ego maltratado por el medio implacable del showbusiness. Podemos ver una relación cercana con Carver en el contenido, pero enriquecido con las particulares inquietudes de los realizadores.

Los personajes Carverianos son, en su mayoría, seres humanos comunes y corrientes, amas de casa, matrimonios, parejas, rednecks, madres solteras, hombres divorciados o solitarios, todos aplastados por su suerte en la vida y con una necesidad enorme de amor, o al menos de compañía. Son personajes que pueden saber totalmente insignificantes e irrelevantes, es precisamente esto lo que hace interesantes sus cuentos, sabemos que estamos leyendo fragmentos de vidas que podrían ser de cualquier persona, se vuelven importantes cuando un autor las escribe, igual que la cámara de cine cuando se posa sobre un personaje aparentemente insignificante. Esta idea de ser efímero es lo que molesta tanto a Riggan, no puede vivir siendo un don nadie, desea sobresalir y esto lo lleva a perderse en si mismo, a percibirse como un ser sobrenatural con poderes mentales y de levitación. La película y sus personajes confrontan a Riggan en las situaciones que se le presentan, en las discusiones en las que se envuelve y en su complicado proceso creativo. "Una cosa es una cosa, no lo que se diga de ella", y en el caso de Birdman tenemos una película que claramente tiene estas influencias y referencias, manifestándolas en pantalla.

Mucho se habla también del plano-secuencia que compone la mayoría de la película, algunos puristas debaten el hecho de que sea un real plano-secuencia, ya que utiliza trucos de postproducción para dar la apariencia de ser un plano ininterrumpido, cuando en realidad, se realizó -naturalmente- en partes; otra discusión ociosa -igual que la de la cinefotografía digital-, ya que lo único que importa es la sensación narrativa y resultado de la película como obra, y no el proceso artesanal de realizarla. La pregunta pertinente es si esta forma de narración funciona para contar la historia y si es integral con su contenido; pienso que la técnicamente complicada decisión de un plano ininterrumpido -salvo un corte elíptico- es una manera de dar una sensación de realidad -la vida no tiene cortes- para acercarnos a la particular circunstancia de un grupo de personajes que podrían ser actores y trabajadores del teatro reales, justo como leer un relato de Carver nos haría sentir, sin perder la licencia que el director toma para otorgar su discurso sobre el ego, separando al personaje de Riggan Thomson del resto, acercándonos a la percepción subjetiva que tiene sobre si mismo, entrando en su mente, aún sin cortes. "Una cosa es una cosa, no lo que se diga de ella", y en el caso del plano-secuencia de Birdman ante los ojos intuitivos de cualquier espectador es una narración ágil y casi ininterrumpida que da una sensación de omnipresencia e intimidad en los problemas existenciales de un grupo de insignificantes seres que aspiran a ser reconocidos, en la carne de actores, los seres humanos con más necesidad de reconocimiento de todos.

Birdman es una película tremendamente unitaria, diría yo que es la película mas unitaria de Iñárritu -en su anterior filmografía, excepto Biutiful, puede sentirse una narrativa trunca, debido a cierta debilidad de cohesión en las historias que componen cada película- además del estilo narrativo, cada escena, arco dramático y característica de cada personaje está enfocada al tema desde diferentes perspectivas, incluso la unidad sobrepasa los límites de la pantalla al metacine al castear actores como Edward Norton, conocido por su perfeccionismo y exigencias, Emma Stone, conocida por ser la nueva atractiva actriz joven con problemas de drogas y a Michael Keaton, la superestrella fugaz de los 80s y 90s que perdió notoriedad y abandonó Hollywood en gran parte debido al voluntario fin de su reinado como Batman. Todas estas características que aparentemente el director buscó para reforzar la cohesión y terminar de afianzar la sensación de realidad buscada para hacerle justicia a su visión desde Carver.

Mucho se discute sobre lo pretenciosa que es o no es la película. Algo pretencioso es algo que aparenta o pretende ser más de lo que realmente es, Birdman nunca vende en sus trailers o brinda en su película nada más de lo que es, una historia relativamente sencilla, con una necesaria construcción psicológica elaborada, sobre un actor en su lucha por estrenar la obra que él cree que es su última gran oportunidad, en batalla con él mismo, el ego y problemas humanos de los que lo rodean, problemas de sexualidad, familiares, amorosos, con la crítica, con la idea de la fama y los motivos y objetivos para alcanzarla, problemas que cualquier persona que haya pertenecido al medio del teatro en casi cualquier parte del mundo puede saber verosímiles y reales, pero que no requieren de especialización y conocimiento de ese mundo para poder entenderse por la audiencia. Sin embargo, es también una película que requiere una educación previa y nivel cultural para poder apreciarla plenamente y esto también es un tema que la película toca y critica: el juicio del crítico como una forma de poder, desde un lugar demasiado cómodo en el cual -a diferencia del artista- no se arriesga ni se pone nada, un mensaje frontal incómodo y retador para los que nos sentimos capaces de hacer crítica y también para los que deliberan qué proyectos se hacen y qué proyectos no en México, mientras ven una película memorable, compleja y arriesgada que jamás se podría realizar en este país si seguimos utilizando como guía sus juicios basados en etiquetas y formas preestablecidas.  Por otro lado, también le da una voz al crítico para defenderse como un amante del arte con ideas e intentando mejorar su medio, con el problema que también lo hace desde su ego, haciendo que el artista escénico tenga la necesidad de ser aceptado por él para ser legitimado, llevar audiencia a la sala y ser recordado, mientras al mismo tiempo habla de lo simple y efímero que puede resultar el juicio de las masas, cuestionando de esta forma el juicio del crítico especializado para develarnos a través de personajes actores -los mas expuestos y vulnerables- una verdad sobre el ego y la aceptación que -al igual que Carver antes de morir- el director pudo descubrir con su trabajo y que se hace evidente en el hecho de que reinventó su cine, de ser melodramático a ser cómico, tomándose a si mismo más ligeramente, pero aún conservando el toque autoral y el discurso sobre temas que le parecen importantes, recordándonos que las obras de arte nos deben de servir para encontrarnos a nosotros mismos, facilitándonos el camino para hacerlo. Habría que analizar si Iñárritu hubiera podido lograr hacer esta película técnicamente, pero también teniendo este necesario desarrollo personal como artista, en un país donde la legitimidad de uno depende de una arcaica y equivocada institución oficialista.


El día de los Óscares -hay que decirlo, es un premio que siempre ha pasado por alto a grandes cineastas, pero que da prestigio internacional- quisiera que ganaran Michael Keaton, un gran actor con rango y perfeccionismo excepcional, actuando en complicados planos-secuencia sin cortes, Lubezki, el gran cinefotógrafo de alcances narrativos enormes, y el fresco y renovado Iñárritu, haciendo así que dos directores mexicanos ganaran dos veces seguidas, porque creo que lo merecen y para que probablemente haga reflexionar a nuestra institución acerca de cómo ha venido haciendo las cosas, a menos que estén tan ensimismados en su ego como para seguir creyendo que tiene la razón.

Una cosa queda clara con esta película, a Iñárritu probablemente ya no le importe mucho lo que diga la crítica -y hace muchos años, también el oficialismo-, sino expandirse como cineasta, liberándose del estigma subconsciente más grande del artista mexicano junto con la religión, y eso no puede ser malo, aunque tal vez si envidiable. 




viernes, febrero 13, 2015

Whiplash

Whiplash es una película escrita y dirigida por el cineasta estadunidense Damien Chazelle, nominada a los Óscares del 2015 en las categorías de Mejor Película, Mejor Actor de Reparto, Mejor Edición y, por supuesto, mejor Mezcla de Sonido.

Pocos saben que Whiplash es una expansión de un exitoso cortometraje del mismo nombre, estrenado en 2013 con gran éxito en festivales como Sundance, entre otros de renombre e importancia internacional. El éxito del cortometraje y el talento desplegado por su director llevaron a buen puerto la producción de un largometraje de bajo presupuesto -bajo los estándares del cine de Estados Unidos- pero con grandes alcances en el arte cinematográfico, nada mal para una ópera prima.

La historia es relativamente sencilla y gira siempre en torno a Andrew Neyman (Miles Teller), un joven aspirante a baterista profesional, músico de corazón, que estudia en el Conservatorio de Música de Shaffer (una escuela ficticia de música, pero que se asemeja mucho a Julliard) en Nueva York, uno de los mejores conservatorios de Estados Unidos y del mundo; ahí, se encuentra con el profesor Terence Fletcher (J.K. Simmons -el actor que interpreta al editor del Daily Bugle en Spider-Man-), un exigente e implacable músico, director de la banda de jazz de la escuela. Neyman ingresa a la banda tras causarle una buena impresión, sin imaginar el abuso verbal, psicológico y hasta físico que Fletcher le infringirá para lograr, según él, convertirlo en un músico maravilloso. Fletcher es un director feroz, que ensaya a sus músicos como un entrenador militar, mientras que Neyman es un muchacho obsesionado con convertirse en el baterista perfecto, sacrificando su vida personal para lograrlo, una combinación de fuerzas igualmente poderosas.

Aún pareciendo una película para músicos y artistas en general -seguramente serán los que se sentirán más identificados-, la película es dinámica y tiene un ritmo sobresaliente que nunca cae, con giros y tensión siempre elevándose, resuelta en la dirección de cada escena, los actores que brindan interpretaciones siempre precisas y sobresalientes, la edición adecuada para cada momento, ya sea una tranquila escena de conversación entre dos jóvenes en una cita, un cruel regaño del maestro al alumno o una explosiva secuencia de jazz, la plástica y expresiva dirección de fotografía de Sharone Meir -quien nunca antes había sobresalido con una película-, así como -naturalmente- una banda sonora y diseño de sonido espectacular con el reto técnico que la película exige cumplido con creces: escuchar música y ejecuciones fenomenales.

Todos estos elementos son, sin duda, el resultado de la sensibilidad del director hacia la música, ya que él mismo cursó y dedicó años de preparación en ella antes de convertirse en cineasta, tal vez es por ello que logra capturar perfectamente la obsesión a la que puede someterse un artista en su búsqueda por alcanzar sus sueños; esto resulta en una película sobre arte y artistas que cualquier persona podría disfrutar.

La película avanza de manera imaginativa, en algunos momentos probablemente hasta el punto de la exageración, pero es pasable porque puede percibirse la honestidad de un autor con algo que decir sin miedo ni sutilezas desde su punto de vista; esto es lo que a final de cuentas convierte la película en algo sobresaliente después de develarse por completo.
En su desarrollo confronta puntos de vista sobre el arte y su enseñanza, tenemos a dos personajes antagónicos con un sueño que se convierte en obsesión, una víctima y un victimario y las preguntas de ¿por qué hacer arte?, ¿en qué momento y bajo qué circunstancias se puede perder el motor inicial para hacerlo y disfrutarlo?, ¿hasta qué punto y con qué métodos un maestro puede motivar a un joven artista con aspiraciones?, ¿es importante el reconocimiento de un circuito de arte?, ¿qué le hace a la sanidad mental el circuito y la exigencia?, preguntas éticas importantes que la película hace, pero, muy inteligentemente, deja que el espectador responda mediante la historia que acaba de ver.
Sin embargo, mas que una película sobre arte, es una película sobre perseguir una pasión de manera obsesiva y eso es precisamente lo que la vuelve universal. 

Una película similar es Black Swan de Aronofsky, que explora la obsesión de una bailarina de ballet por alcanzar la perfección, también la más reciente Birdman de Iñárritu, que explora la obsesión de un actor por realcanzar la fama o de una manera más sutil incluso podría tener semejanzas con Boyhood, que explora el crecimiento de un niño hasta convertirse en un adolescente.

Es curioso y afortunado que en épocas recientes, enmedio de las películas vacías y producidas por corporaciones y mercadólogos, el cine estadunidense se preocupe por llevar historias de reflexión sobre el arte y el crecimiento humano -a fin de cuentas la misma cosa- con la gran tarea cumplida de hacerlas accesibles y valiosas para el público general y no solamente a la elite de festivales y circuitos exclusivos, evidencia para esta elite de que es posible.


Es una película muy recomendable, con una realización espectacular, pero más importante: una película joven, realizada por gente joven y claramente apasionada con una honestidad que viene del alma y que la sustenta desde ahí.